Era un lunes del mes de enero, María se levantó con el firme propósito de
no decirle nada a su joven marido, de no hablarle de la decisión que acababa de
tomar justo unas horas antes, después de muchos días de confusión dándole
vueltas y vueltas a su ya aturdida cabecita, sobre qué sería mejor para los dos. Para sí misma se repetía:
- “Le daré sus cosas y me mantendré serena como si todo fuera a seguir
igual”.
No quería que Pablo sufriera por verla triste, se había imaginado más de un
millón de veces, durante aquel fin de semana, dándole el más sincero de sus gestos
de amor y marchándose para siempre sin
hacer ruido.
De camino a su encuentro, la joven hizo un ejercicio de autocontrol para
que el corazón no se le saliera del pecho. Sólo penaba en concentrarse, en no
mostrar su angustia e intentar hacerle
llegar todo lo que sentía por él en un abrazo que ninguno olvidaría nunca. Nada
más, no le quedaban fuerzas para hacer nada más.
Todo salió según lo había planeado, aunque la despedida resultó fría como
el hielo y no podía creer que todo fuera a acabar así pero, en medio de su
encarecida lucha interna entre el corazón y la razón, con los latidos aún
acelerados y lágrimas de desconsuelo e
impotencia desbordándose imparables sobre sus mejillas, recordó que todavía tenía algo que darle y
volvió.
De nuevo, frente a frente, el rostro abatido de Pablo le rompía el alma y
con las manos aún temblando, un silencio se hizo en medio del tumulto de la
calle, entonces María no pudo aguantar más, un nudo irrefrenable subía por su
garganta y pronunció las palabras más dolorosas que jamás habían salido de su
boca, con la voz entrecortada sonó:
- “Me parece que esto se acaba aquí, no puedo más. Te amo con todas mis
fuerzas pero me temo que no puede ser”.
La cara de Pablo se entristeció más si cabía y ella, mirándolo a los ojos
acarició su mejilla y selló sus labios con un beso de dolor contenido que duró
tan solo un instante, se dio la vuelta y se fue.
Ella subió al coche, no miró atrás pero sentía la mirada fija de él
mientras se alejaba, Pablo permaneció inmóvil plantado como en medio de la
nada, hasta que la imagen de la mujer que más había amado se alejaba, hasta que
se desdibujó al final de la avenida. En cierto modo María, sentía el alivio de
darle un respiro a su sufrimiento mientras, destrozada se preguntaba si sería
capaz de sobrellevar la situación, si había hecho lo correcto, si se
arrepentiría el resto de su vida.
Se repetía interiormente, disimulando para que nadie supiera de su dolor,
que sabía que pasarían más de mil lunas o quizás todas las lunas que le quedaran
por ver hasta que llegara el día que no le extrañara, que dejara de llorar por
él al recordarlo. “Veré más de mil lunas soñando con que todo ha cambiado, soñando
con que vuelvas.” Se repetía.
Nunca antes había experimentado una angustia semejante, la angustia de amar
y dejar ir, la angustia de alejarse sin querer apartarse.
Aquella mañana María se marchó sumida y desbordada por la pena, se fue para no interferir en las
metas de su querido Pablo, se fue para no convertirse en un obstáculo, antepuso
los deseos de Pablo a los suyos propios, pero cuentan que nunca perdió la esperanza
de que todo pudiera volver a cambiar algún día y la vida la recompensó por su honorable
gesto.
--- Nunca antes había experimentado una angustia semejante, la angustia de amar y dejar ir, la angustia de alejarse sin querer apartarse.--- Pues yo si lo he experimentado y es muy triste pero cuando interpones tu dignidad, entonces vale la pena.Muy lindo lo que has escrito.Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Idolidia.
ResponderEliminarTe mando un súper abrazo!!!
Me pregunto si existe algo más importante en la vida ,que el hecho de que alguien pueda amarte de esa manera, yo creo que no...es la prueba sublime de amor incondicional, es precioso enhorabuena, un gran abrazo amiga Norita..
ResponderEliminarJose, no te imaginas cómo me ha llegado tu comentario... A veces uno hace las cosas sin más, porque le salen y llegan al corazón de alguien, pues este es uno de esos casos.
ResponderEliminarY referente al amor de la historia pues si, aunque triste es un amor bonito y además el final deja una puerta abierta a la esperanza, una esperanza que se puede convertir en realidad, no quería dejarle sabor amargo a nadie.
Un fuerte abrazo también para tí.