Dicen que los niños son la inocencia más autentica, que son puros, que no
tienen maldad. No hay nadie en el mundo más feliz que un niño, por poco que
tenga, no necesita más que lo indispensable para cualquiera y con ese tan poco
tendrá siempre una sonrisa para regalarte sin esperar nada a cambio.
Durante la infancia los niños son felices, inmensamente felices, ríen,
juegan, se relacionan y nada perturba sus pensamientos.
Confirman algunos, que en los primeros años de vida somos capaces de ver o
percibir ciertas cosas que con el tiempo desaparecen o las borramos de nuestras
memorias junto con la inocencia y la
tranquilidad de vivir ajenos al mundo de los adultos.
¿A dónde se va nuestra inocencia? ¿Qué hace que olvidemos todo lo que nos
hace plenamente felices? ¿Por qué perdemos la sensibilidad de percibir lo que
no vemos?
Me temo, que en cierta medida, cargamos aún con la herencia de un pasado
oscuro, de prohibiciones, de tabús, de brujas y de hogueras y de un presente
que mira de reojo, y a menudo con mala cara, a aquel que se sale de la línea de
lo tradicional, de lo que se considera normal.
Y así, con la edad, nos vamos olvidando de nuestra propia y autentica
identidad para andar junto al rebaño y no llamar demasiado la atención.
Lo normal, lo que deberías, lo correcto… nos repiten continuamente como ha
de ser todo hasta que lo asumimos como propio. ¿Quizás por eso nunca nos
sentimos del todo satisfechos con nada? ¿Quizás asumimos roles y actitudes que
no son las que traíamos innatas?
Hay millones de ejemplos, desde la forma de vestir o, el simple hecho de
vestirse ¿Qué piensan muchos del nudismo? ¡Nacemos desnudos señores! Y hay
muchos más, la forma de comportarse, con quién relacionarse, la necesidad de formar
una familia tradicional y un largo sinfín de etcéteras.
Si miras dentro de ti, verás que prácticamente todo lo que has hecho ha
sido motivado por convencionalismos, por nuestra sociedad, por lo que alguien
te dijo que debía ser así, por lo que aprendiste desde el momento en que
empezaste a tener uso de razón.
Pongamos el caso de dos personas, sean del sexo que sea, que se aman pero
no viven o manifiestan de cara al resto del mundo su amor igual que lo hacen la
mayoría de los mortales, éstos serán observados, comentados, criticados, juzgados
e incluso condenados por la gente que les rodea pero, ¿quién le dice al que
mira, desde fuera, que los diferentes no son más honestos con ellos mismos y su
amor más puro que el de cualquiera de ellos?
Nos empeñamos en ponerle nombre, reglas, instrucciones a todo, y la vida,
está para vivirla, para sentirla, para disfrutarla no para cumplirla como te
marca nadie, tu vida es tuya, es lo único que sólo te pertenece a ti, tú la
inventas, tú la escribes como quieres.
No pasa nada si te sales de la línea establecida por la educación que nos
han dado, si escuchas a tu corazón o a tu alma, no pasa nada si eres franco
contigo mismo. O tal vez si pase algo, quizás volverás a ser un poco aquel niño
despreocupado que necesitaba tan poco, puedes que te parezcas bastante más a aquella
personita llena de vida y feliz.
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