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martes, 29 de abril de 2014

EL ESCUDO



El pequeño Marco era hijo único, vivía en una granja a las afueras de un pueblo al norte de la isla, era un niño menudo, de piernas flacas y estatura más bien pequeña. Le gustaba jugar con los animales de la casa y tenía un chivito como mascota con el que pasaba largas horas distraído, prácticamente ajeno al mundo.
Sus padres lo adoraban, era su primer y hasta entonces, único descendiente pero, una oportunidad laboral les apartaría de él durante algún tiempo, pues debían marcharse a Europa en busca de un futuro mejor y Marco tendría que quedarse con sus abuelos hasta que la situación se normalizara y pudieran reunirse de nuevo.

El pequeño sólo tenía cinco años cuando se mudó a casa de sus abuelos maternos y, al llegar allí, con su maleta y su inseparable chivo descubrió que ahora compartiría su vida también con cuatro de sus primos, dos de sus tíos, un amigo de la familia, los abuelos, el guardia de la finca, tres trabajadores que ocupaban la casita contigua, una docena de caballos, vacas, gallinas… Al principio se asustó y lloró varias noches por la marcha de sus papás pero pronto se acostumbró a su nuevo hogar y a compartir cada día con todos los habitantes de aquella casa de locos.

Marco se convirtió en un muchachito de pocas palabras pero muy travieso, su abuela se pasaba el día con la escoba en la mano corriendo detrás de la cuadrilla de incansables nietos y lanzando zapatillas mientras ellos se divertían haciendo rabiar a la pobre mujer.

Pasó algo más de un año hasta que el padre regresó a buscarlo, ya estaban situados en el viejo continente y todo listo para que Marco volviera con ellos. Para el chico, despedirse de la familia, los primos, los juegos, el campo y de Julián, el chivo, fue duro de nuevo pero la ilusión de reencontrarse con mamá después de tanto tiempo era mucho más grande y superaba cualquier otra cosa.


Europa era tan diferente de todo lo que había visto hasta entonces… Al bajar del avión, padre e hijo cogidos de la mano, recorrieron la pasarela y llegaron hasta el edificio del gigantesco aeropuerto, gente, gente, maletas y más gente les rodeaban por todas partes y Marco, casi mareado, se sentó en el suelo a esperar que llegara su equipaje. Después tomaron un taxi que les llevaría hasta su nuevo hogar, por el camino el chico miraba por la ventanilla todo lo que la velocidad del coche le permitía visualizar a su paso, sin apenas escuchar lo que el padre le iba contando.

Llegaron a casa, un chalet modesto en la montaña que en cierto modo, después del bullicio de la ciudad, le recordaba a su antigua casa y allí, impaciente, esperaba su madre para abrazarlo y recuperar el tiempo perdido.

Las primeras semanas fueron emocionantes, todavía era verano, volvían a estar los tres juntos y el pequeño tenía tantas cosas por descubrir… Pero pronto debería ir a la escuela que sus padres eligieron para él y entonces todo cambiaría.

El primer día de colegio estrenó la ropa que su madre había comprado para la ocasión, por la mañana, Elena fue a despertarlo cuando ya tenía el desayuno preparado y se sentaron juntos en la cocina a saborear unas deliciosas tortitas y zumo de naranja recién exprimido. Mamá parecía nerviosa pero él estaba emocionado por conocer a sus compañeros imaginando que todo sería perfecto.

Cuando llegaron ante la verja del centro Marco, sin apenas despedirse, corrió por el patio de la escuela agarrando con fuerza las asas de su mochila cargada de libros y cuadernos por estrenar hasta encontrar su curso. La maestra le presentó cuando todos los chicos entraron al aula, era el único “nuevo” de la clase aquel año y al decir su nombre, se oyó un murmullo generalizado camuflado entre risas, Marco también sonrió y volvió a su pupitre. A la hora del recreo un chico,  callado, regordete y con gafas se sentó a su lado, los dos en un banco bajo la sombra de un platanero, engulleron, cada uno su bocadillo sin mediar palabra. Fue un día muy largo pero por fin llegó la hora de salir, mamá le esperaba con cara expectante en la puerta y el pequeño esbozó su mejor sonrisa para que su pobre madre, que lo había preparado todo con cariño no tuviera la menor sospecha del frustrante día que había pasado.

Aquella noche, cuando Marco se metió en la cama rompió a llorar desesperado, impotente, quería volver a su antigua casa, a su colegio, con sus verdaderos compañeros… Aquella noche deseó con todas sus fuerzas no volver a sentirse así, desplazado, ignorado, ninguneado… Deseó ser respetado y admirado como los héroes de los libros que su padre le leía cada noche para conciliar el sueño.


Unos días después, su madre le dijo que había llegado el momento de empezar a regresar solo de la escuela, que ya era mayor y que ella tenía que trabajar por lo que no podría ir todas las tardes a buscarlo.

En la escuela, todo seguía igual, los chicos sólo le prestaban atención para hacerle burla a excepción del niño regordete de las gafas. Esta situación cada vez le resultaba más insoportable, la impotencia y, al mismo tiempo, aparente indiferencia crecían a la misma velocidad que su rabia hasta que, una tarde, a la salida, un muchacho le dirigió unas terribles palabras en tono burlesco, Marco se giró y con la cara casi desfigurada, se dirigió hacia el chico, que era dos cursos mayor y le sacaba casi dos palmos, le empujó y el “mastodonte”, cayó al suelo aturdido entonces el pequeño aprovechó para abalanzarse sobre él y cargar el puño, todo quedó en un absoluto silencio y el tiempo pareció detenerse cuando, por alguna extraña razón, algo pasó por la mente de Marco que lo hizo reaccionar y echó a correr hacia no se sabe dónde. Corrió y corrió hasta perder prácticamente el aliento y cuando se quiso dar cuenta estaba en medio del bosque, tendido sobre la tierra, abatido sin saber muy bien que acababa de pasar.

Empezaba a oscurecer y se sentó, entonces vio una figura unos metros más allá, agazapada junto a una roca, parecía una mujer y al fijarse vio que vestía de un modo muy extraño, llevaba una especie de túnica negra con capucha. La miró fijamente durante unos segundos y descubrió que bajo la capucha no se veía ningún rostro, un escalofrío recorrió su espalda, el corazón le dio un tumbo y volvió a correr despavorido, sin mirar atrás hasta su casa.
Cuenta la historia que algo inexplicable ocurrió aquella tarde en el bosque, pero a partir de aquel suceso, sus deseos se hicieron realidad y, como un escudo, desde aquel día todo cambió, algo lo protegía y nunca más se sintió solo ni indefenso. Una fuerza invisible, a los ojos de un niño de siete años, lo acompañaría el resto de su vida.







Dedicado a todos aquellos que por su propio esfuerzo o cualquier otra razón, extraña o con explicación, encuentran la forma de reunir la fuerza y el valor para ser quien quieren ser por más difíciles que hayan sido sus vidas.




* Para los curiosos, podéis ver cómo continua las historia en EL ESCUDO. Parte II






miércoles, 23 de abril de 2014

Erase una vez una mujer que...



Aunque no había sido mujer de grandes lujos, más bien un chica bastante discreta, nunca le faltó de nada, un piso amueblado con todo detalle, buen coche, vacaciones por el país, la nevera siempre llena y la casa repleta de amigos. Llevaba una vida modesta pero acomodada.

Después de su divorcio, a pesar de la perdida de bastantes más cosas que un marido, una vez superado el disgusto de las primeras semanas, todo parecía marchar bien. La separación fue amistosa y después de las lágrimas llegó el alivio, la calma y sobretodo la libertad, la libertad de decidir cada detalle de su vida con la tranquilidad de cierto respaldo económico propio.

Fueron unos meses de renacimiento al mundo, a gente nueva, a distintas costumbres, fue la oportunidad de empezar de cero sin condicionarse por nada ni por nadie, una segunda adolescencia pero esta vez totalmente independiente y con total autonomía en todos los sentidos.

En las noticias empezaban a hablar del aumento en las cifras del paro y las precarias condiciones de los nuevos contratos laborales y aunque la situación en aquel momento parecía ajena a ella, avanzaba como lava irrefrenable arrasando todo a su paso hasta  que, como podía esperarse, la salpicó a ella también y, una españolita más, perdió su valorado trabajo.

Aunque no tenía criaturas a su cargo el nuevo panorama la hicieron apresurarse a buscar un empleo cuanto antes, encontraba cositas puntuales para pagar sus gatos y poco más. Trabajaba de sol a sol y le llegaba tan solo para pagar y pagar facturas pero ella esperanzada siempre en que llegaría algo mejor no perdía la ilusión, aunque a veces resultara complicado.

El último de los precarios empleos que encontró fue en el  turno de noche, en la entrada de un local de moda a 50km de su casa. Todos los fines de semana se maquillaba y se vestía para ofrecer su mejor cara por tan solo unos euros al mes. Era invierno y las noches muy frías al raso, sentada tras un mostrador durante horas, pero no quedaba alternativa que seguir sonriendo, a pesar de su situación mientras los clientes animados, algunos incluso medio embriagados, pasaban a divertirse y a gastar hasta el último centavo de sus carteras.

Una noche, ella con la vista inclinada hacia el cajón de las monedas, se acercó una pareja y prácticamente por acto reflejo entregó las entradas sin apenas verlos, pero algo la hizo levantar la mirada, la pareja caminaba hacia al interior de la sala, solo les vio de espaldas, ella era rubia y él alto, moreno y vestía vaqueros y americana oscura. Por alguna extraña razón, sin haberle visto siquiera la cara, pensó para sí misma “un hombre así querría para mí”…

Aquello quedó como una absurda anécdota y no volvió a pensar más en ello, ni tan siquiera la semana siguiente, cuando el hombre misterioso apareció de nuevo. Se dirigió a ella y con gentileza le dio las buenas noches y tomó su entrada. Esta vez venía solo. La escena se repitió durante semanas y ella retomó la ilusión de acudir a su puesto para volver a verse y cruzar unas breves palabras con él.

El caso es que allí, en aquella puerta, bajo las noches de un invierno gélido, sin planearlo y por sorpresa para los dos, nació una historia de amor que cambiaría para siempre sus vidas.





viernes, 18 de abril de 2014

DE VUELTA A CASA


Suena mi canción en la radio, canto voz en grito, nadie me oye. La brisa del atardecer entra por la ventanilla, choca suave contra mi cara camuflada tras unas gafas de sol y deshace ligeramente el recogido de mi pelo, ya no importa, la única cita que queda hoy es conmigo. A penas quedan coches en la carretera. 

Increíble sensación de libertad, conduciría sin un destino fijo, conduciría toda la noche hasta ver salir el sol desde algún lugar.


Detengo el coche justo en la puerta de casa, qué original…! pensando en mis cosas y fantaseando me ha debido de traer solo hasta aquí. La calle parece desierta, empieza llover, me apresuro a coger mis cosas y corro hasta el portal. Rebusco en mi gigantesco bolso, entre cientos de cosas, la mayoría ya inútiles, notas arrugadas, tarjetas que creí que tal vez un día podría necesitar y, finalmente encuentro las llaves!

Recorro el vestíbulo, saludo al, casi demasiado educado portero, en el primer tramo de escalera me cruzo con un vecino que carga con una enorme bolsa de basura ¿Por qué la gente acumula tanta porquería en sus casas? A penas llegando al primer piso ya puedo oir los gritos de la señora del tercero ¿Cree la gente que viven solos? Cinco escalones después me encuentro con otra vecina, de esas que como les des cuerda te cuentan su vida y las de sus hijos, intento atajar la conversación al máximo “buenas noches” Buenas noches”.
¿Por qué diablos nunca tomo el ascensor? ¡¡¡¡¡Quiero llegar a mi casaaaaa!!!!

Por fin, me planto justo delante de la puerta. ¿Dónde dejé las llaves?¿De verdad las metí de nuevo en la maleta de Mary Poppins? Pues si! Pero parece ser que esta vez la suerte me sonríe y doy con ellas a la primera. Entro lo más rápido que puedo, estoy segura que la señora Encarna mira a través de la mirilla (que yo llegue a casa es lo más emocionante que le ha pasado en todo el día).

¡¡¡Lo conseguí!!! Cuelgo el bolso y la chaqueta en el perchero de la entrada, miro pasillo adelante… Mmmm hogar dulce hogar!!

Me siento a un lado de la cama, me quito los zapatos, los calcetines, miro los dibujitos de mis calcetines y no puedo evitar esbozar una sonrisa, nadie imaginaría que tras la imagen de persona seria y responsable se esconden esta clase de calcetines…

Camino al baño me voy deshaciendo, una a una, del resto de la ropa y mientras dejo atrás el rastro de mis pasos por el piso. 

Abro el grifo y en lo que el agua acaba de tomar la temperatura perfecta doy al play en el equipo de música. El espejo empieza a empañarse, entro a la ducha, el agua cae sobre mi pelo y mi cuerpo empapándolos de serenidad, no se oye nada más que la magia de la lluvia artificial, las gotas y la música. Este es mi momento, unos de los mayores placeres del día y es entonces cuando de nuevo vuelvo a sentir la libertad.








lunes, 14 de abril de 2014

PERDIENDO LA CORDURA





Reconozco ser una loca, una loca de la vida, de la suerte, del amor… Y cuando consigo reconocer ciertas cosas disfruto como tal de la magia de perder la cabeza.

Últimamente me estoy dando cuenta de todo el tiempo que he perdido intentando solucionar cosas que se escapaban del alcance de mi mano, como la mayor parte de los mortales ¿Y qué si lo hace todo el mundo? Entonces todo el mundo pierde el tiempo!

Ya se me está yendo la chaveta otra vez… No sé si alguien me entenderá pero yo si y con eso me basta por ahora.

Estoy haciendo un experimento que me tiene fascinada, experimento todo el tiempo, conmigo, con las personas que hablo, con las que me cruzo por la calle… Lo reconozco, estoy fatal, pero me lo estoy pasando genial!

El caso es que creo que tengo poderes, si si poderes, poderes para conseguir todo lo que me propongo. Sé que hay gente por ahí que sabe a qué me refiero porque todos los tenemos, es cuestión de mente y de positividad a tope, nada de lamentarse, el culpar a los demás, yo puedo hacerlo!

Comprobado: cambio de chip, cambio de vida!

Además, los poderes no sólo funcionan en mí, también surgen efecto en los demás, veo como la gente perdemos el tiempo enfadándonos, odiando, dándole mil vueltas al mismo asunto… Y así se nos pasa la vida maltratándonos, a nosotros mismos básicamente.

Todos los defectos  que vemos en los demás, todas las cosas que nos molestan o nos irritan, si nos observamos también las hacemos o las hemos hecho nosotros en alguna ocasión en mayor o menor medida y, seguramente también le han molestado alguien así que, dejémonos de hipocresía y preocupémonos de nosotros mismos y seremos más felices todos.

Personalmente no espero nada en especial de nadie, las piezas del engranaje de la felicidad van encajando por si solas y la que no encaja también cae por su propio peso así que… QUE EMPIECE A FUNCIONAR LA MÁQUINA!




martes, 8 de abril de 2014

¿PARA QUÉ?


Y si desde mañana ya nada volviera a ser igual,
Y si el mundo dejara de existir tal y como lo conocemos,
¿Habrían valido la pena?

Si ya no quedara nada más que uno mismo,
Si desapareciera todo lo material que poseemos
Si se esfumaran los teléfonos, los ordenadores, las monedas
¿Habría valido la pena tu angustia?

Cada segundo suma los minutos que perdiste preocupado
Enfadado con el mundo, con quien te hirió
Y de qué vale ese tiempo si las agujas del reloj no dejaran de girar
Si ni tan siquiera ralentizarán el tic tac de su sonido
¿Para qué vivir inmerso en todas las cosas banales que te consumen?

Si te despojas de tus ropas, si te deshaces de tus bienes
Y tomas tan solo lo indispensable
¿Para qué querrías cargar con el peso de una disputa?

¿Para qué entrar en una guerra de poderes con destino al fracaso?
No importa quién ganó,
Después de que todo acabe sólo quedarás tú
Quedarás tú y lo que hiciste,
Lo que dijiste y lo que no tuviste el valor para decir

¿Para qué consumir el tiempo que nos quede?
Para qué agotar tus fuerzas si, al fin y al cabo,
Cuando el sol se ponga, nadie recordará nada.



Con todo el cariño del mundo a mis compañeros: DON’T WORRY, BE HAPPY!!




jueves, 3 de abril de 2014

UNA DE PRINCESAS Y MENTIRAS



Hija i heredera del poderoso rey, vivía una princesa en su reino y aquel castillo era todo su mundo, nunca antes conoció qué había más allá de los muros que guardaban la fortaleza.

Desde el día en que nació, una fría mañana de invierno, su padre se encargó de cumplir todos sus deseos, complacerla en sus caprichos y sobretodo  enseñarle únicamente lo que, a su modo de ver, debía aprender.

Siendo tan sólo una niña, pidió al rey una amiga con quien compartir sus entretenimientos en palacio  y su padre, mandó a un vasallo al pueblo a buscar a una pequeña aldeana para que se instalara con ellos y su hija pudiera  disponer a su antojo de la pobre muchacha como si de un simple juguete se tratara.

El monarca se ausentaba ciertas temporadas del reino pero un ejército de guardias, sirvientes y doncellas quedaban encargados, sin que ella tuviera la menor idea, de que la joven siguiera las instrucciones de su padre y que nada le faltara siempre que no cruzara los límites del castillo.

Una noche, siendo ya la princesa  una hermosa jovencita, justo después de un copioso festín en honor al regreso del rey de uno de sus misteriosos viajes, conversaban los dos en un salón de palacio cuando un numeroso grupo de caballeros enmascarados irrumpieron en la escena. El rey intentó alcanzar su arma pero todo intento fue en vano, nada impidió que aquellos hombres lo inmovilizaran y se llevaran a la joven heredera para no verla nunca más.

Aquella noche el rey fue asesinado y el pueblo se liberó de un monarca que durante años los había explotado y atemorizado con terribles amenazas si alguno de los habitantes del reino se atrevía siquiera a contar una sola palabra de lo que allí en realidad estaba ocurriendo.

La princesa, arrastrada por uno de aquellos hombres abandonó el castillo a lomos de un caballo negro, gritó y pataleó perdiendo prácticamente las fuerzas, después de algunos quilómetros el trote del caballo fue aminorando hasta detenerse completamente. Abatida por el susto y aún entre sollozos, el joven la tomó entre sus brazos, secó sus lágrimas y mirándola a los ojos contó la verdadera historia de su falso rey, un rey que la apartó del seno de su familia nada más nacer y durante muchos años le hizo creer que era su padre.


Fue un duro golpe para la princesita descubrir la verdad, tuvo que aprender a vivir sin lujos, ni sirvientes ni doncellas pero descubrió el mundo real, el mundo que había más allá de los muros de un castillo y se construyó una nueva vida, una vida de verdad.